


Mejores condiciones de seguridad alimentaria y acceso al agua en Chiquimula gracias a proyecto Un futuro sin hambre
Tres mujeres beneficiarias describen el antes y el después de la implementación del proyecto.
El proyecto Un futuro sin hambre finalizó en mayo de 2025, después de cuatro años de implementación. Fue ejecutado por ASB y su socio guatemalteco, ASORECH, con una inversión de 850,000 euros financiados por el Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania.
A lo largo de los cuatro años, ASB y ASORECH se propusieron fortalecer y promover tres aspectos estrechamente vinculados entre sí: la seguridad alimentaria y nutricional; el acceso al agua y la gestión sostenible de los recursos naturales.
Este enfoque integral resulta necesario para mejorar las condiciones de vida de los habitantes de los 7 municipios del departamento de Chiquimula, Guatemala, donde se ejecutó el proyecto. Esta región ubicada al noroeste del país cuenta con una población mayoritariamente indígena que sufre prolongados períodos de sequía provocada por el cambio climático.
Tres beneficiarias del proyecto comparten cómo eran sus condiciones antes del proyecto y cómo éste contribuyó a mejorar aspectos esenciales de sus vidas cotidianas.
“Caminé un kilómetro diario por muchos años para acarrear agua”
María Elisa Ramírez, de 44 años, habitante de la comarca El Amatillo, municipio de Olopa, hoy se siente más tranquila y contenta porque abre la llave del grifo y el agua fluye sin parar. Hace cinco años no era así. “Nos tocaba ir a los pozos; bajábamos hasta la otra comarca, Aguas Calientes, para traer un balde con agua para hacer las cosas de la casa. Lavar ropa o bañarnos, tenía que hacerse allá en Aguas Calientes. Caminé un kilómetro diario de ida y de regreso por muchos años”, comenta.
El Amatillo estrenó 2024 un sistema de almacenamiento y distribución de agua potable gracias al proyecto. 140 familias reciben diariamente hasta 60 litros de agua por hora. El proyecto no solo construyó la obra, también contribuyó al fortalecimiento comunitario. Con la asesoría brindada, se creó una organización comunitaria de servicios de agua y saneamiento (OCSAS), que administra el servicio, estableció un costo simbólico por el agua consumida y reinvierte este dinero en el mantenimiento de la red de distribución.
En total, 20 OCSAS fueron creadas durante el proyecto, que asumieron la autogestión del abastecimiento el agua en comunidades donde el servicio era inexistente o no era administrado de manera sostenible. “Ahora que ya tenemos el agua, debemos cuidarla, no desperdiciarlo para que otros lo aprovechen. Y recordar siempre cómo era cuándo no lo teníamos”, menciona María Elisa.
“Los técnicos del proyecto me enseñaron cómo hacer crecer mi negocio”
Dora Aracely Pérez, de 24 años, tenía solo 10 años cuando le dijo a su mamá que le gustaría criar sus propias gallinas ponedoras. Así comenzó la granja avícola La Asunción. Hoy en día, tiene 30 gallinas ponedoras, que le producen 30 huevos diarios. Los huevos son vendidos cada fin de semana en el mercado municipal. Con la asesoría del proyecto Un futuro sin hambre elaboró un plan de negocios con el que estima triplicar la producción de huevos en un año.
“Los técnicos del proyecto me enseñaron cómo hacer crecer mi negocio, cómo alimentar a las gallinas, cuidar su salud y mejorar las galleras para incluir los comederos y bebederos”, explica.
La joven emprendedora tiene planes de comprar un vehículo liviano para llevar sus huevos al mercado y aprender técnicas de mercadeo para hacer crecer más su negocio.
Para el proyecto, potenciar los pequeños emprendimientos agrícolas en la zona de intervención tiene el propósito de diversificar los ingresos de las familias beneficiadas. 75 familias incrementaron sus ingresos promedio mensuales gracias a sus emprendimientos y planes de negocio.
El ingreso promedio al inicio del proyecto era de 700 quetzales al mes (90 dólares) y al finalizar el proyecto el ingreso promedio es de 1005.00 quetzales mensuales (130 dólares).
“Debemos sembrar donde se ha talado para recuperar el bosque”
Rosa del Carmen Ramírez, de 47 años, vive en San Jacinto, uno de los municipios más empobrecidos del noroeste guatemalteco. A pesar de que la cobertura forestal del municipio disminuye anualmente debido a los incendios forestales y el avance de la frontera agrícola, Rosa vive en su propio edén terrenal: una pequeña propiedad de 5 hectáreas (0.15 kilómetros cuadrados) de bosque.
Esta pequeña productora agrícola siempre ha sabido que los bosques ayudan a conservar las fuentes de agua, proveen aire limpio y garantizan un ambiente más agradable y sin calor. Lo que Rosa necesitaba aprender eran técnicas para preservar el bosque, conocer cómo aprovechar esa riqueza verde sin comprometerla.
Con ese propósito en mente, Rosa se integró a una de las 20 juntas forestales por el proyecto Un futuro sin hambre. “Con el proyecto aprendimos que debemos sembrar las áreas donde se ha talado para recuperar el bosque, controlar la tala ilegal y plagas, hacer inventarios de lo que tenemos en el bosque y sobre todo, proteger las fuentes naturales de agua”, explica.
Después de cuatro años de implementación, los resultados son satisfactorios: 120 hectáreas de bosque comunal fueron incluidos en el programa de incentivos forestales del gobierno de Guatemala, que entregará un promedio anual de 36,400 dólares a cada una de las 20 juntas.